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Educación: ¿Un camino hacia la utopía?

“Decir que los hombres son personas, y como personas son libres,

y no hacer nada para lograr concretamente que esta afirmación

sea objetiva, es una farsa."

-Paulo Freire, Pedagogía del oprimido, Capítulo i

Utopía: una palabra, seis letras, cuatro sílabas; fuente de inspiración para generaciones y, por qué no, para la humanidad.


Hace muchos años, en el siglo xvi para ser exactos, Tomás Moro fue la primera persona en utilizar el término “utopía”, cuyo significado, según la Real Academia Española, es el siguiente: “Del lat. mod. Utopia, isla imaginaria con un sistema político, social y legal perfecto, descrita por Tomás Moro en 1516, y este del gr. οὐ ou 'no', τόπος tópos 'lugar' y el lat. -ia '-ia'.” Desde mi punto de vista, Tomás Moro era un hombre con un carácter fuerte, y fue un personaje clave en ciertos acontecimientos de la historia. Detestado por algunos y admirado –e incluso venerado– por otros, su vida estuvo llena de dichas y desaires, pero su legado a las generaciones, probablemente, fue el de creer y aspirar a la utopía.


Ahora bien, Educación, compuesta por nueve letras, cuatro sílabas y un diptongo es una palabra poderosa, llena de secretos y misterios sin resolver; esencial, importante y que, al pronunciarla, si te lo propones, puedes terminar con una leve sonrisa al estilo de la Mona Lisa de Leonardo Da Vinci. Educación.


Ambas palabras y conceptos han marcado una gran diferencia entre el mundo que solía ver y aspirar cuando niña, al mundo que ahora, como adulto joven, puedo percibir y comprender. Todo a mí alrededor ha cambiado. Es por ello que, después de una serie de sucesos que me hicieron reflexionar sobre lo que en el mundo acontecía, me di cuenta de que quizá las respuestas de los cuestionamientos que han surgido a lo largo de mi vida están más cerca de lo que imaginamos. Probablemente, esas respuestas se encuentran en un ser querido, en un libro, en una anécdota, en un edificio, película o en nuestro interior; en ese cúmulo de pensamientos que no nos atrevemos a liberar o expresar. Las respuestas probablemente están en la escuela, las tareas, las investigaciones y, quizás, en la educación.


Para mí, la educación es una de esas respuestas que anhelo descubrir y que podrían ayudarme, incluso al mundo, a ser mejor persona, ciudadana, estudiante, hija, amiga y otra serie de roles que probablemente se me adjudiquen a futuro. Lo interesante es que mi concepto de educación va más allá de estar sentada 8 horas, escuchando la cátedra de algún profesor o devolver el “buen día” a un extraño por cortesía. Como mencioné antes, creo firmemente que la educación puede ser liberadora y un medio para alcanzar la utopía que, en su momento, Tomás Moro deseaba conseguir. Si todos los ciudadanos, adultos jóvenes, niños y toda persona deseosa de un mundo mejor nos uniéramos, haríamos de la utopía una realidad a través de la educación, base indispensable para el desarrollo de una mente y una sociedad emancipada de todo acto denigrante; podríamos devolver la esperanza a aquellos que la han perdido. A través de las letras y la enseñanza, podríamos, quizá, ser felices. Sin embargo, la situación actual de país nos demanda, además de soñar y aspirar a un mundo mejor, a actuar, y la educación podría ser el medio adecuado para lograrlo.


A pesar de que la educación de nuestro país ha perdido prestigio, y la mayoría de las personas están conscientes de lo que acontece, como estudiante de educación no puedo entender cómo es posible que, incluso, nosotros, jóvenes universitarios, sucumbamos al conformismo y abandonemos los sueños que de niños solíamos gritar a los cuatro vientos. Es por ello que, como estudiante de educación, insto a mis compañeros y futuros colegas a que sus esfuerzos se vean reflejados en su trabajo, para que las personas recobren la esperanza en las nuevas generaciones y, al mismo tiempo, para devolver el respeto que se le ha perdido a la profesión.


Finalmente, existe una frase que se ha convertido en un cliché: “la esperanza es lo último que se pierde” o “la esperanza es lo último que muere”; cuál sea la versión que les haya tocado escuchar, es momento de creerlo. Ahora, cuando muchas personas pierden la esperanza y la fe en un mundo mejor, ahora que el trabajo de educadores está en tela de juicio; es momento de actuar y empezar a hacer nuestro trabajo como facilitadores del aprendizaje, guías, formadores, educadores, maestros. En fin, cualquier profesión es útil e indispensable al momento de instar a la sociedad a creer que la utopía de Tomás Moro puede ser real.



Blanca Esmeralda Cárdenas Polanco. Tiene 22 años, nació en la ciudad de Cancún, Quintana Roo y actualmente, reside en Mérida Yucatán. Estudia el 6° semestre de la Licenciatura en Educación en la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Yucatán. Fue ponente en la presentación de la revista “UniversitariaMente” en la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY) en marzo de 2017. Colaboró en el área de corrección de estilo de la edición No. 1 de la revista Universitariamente publicada en marzo de 2017, donde también contribuyó con material de su autoría. Le gusta leer, dibujar, tomar fotografías y estudia japonés de manera autodidacta.


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