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Nuestra voz es la peor arma para el gobierno


Durante los últimos años, en México, ha incrementado, de manera significativa, el número de personas desaparecidas, y, por el contrario, son menos las que son localizadas con vida. En el país, durante la presidencia de Felipe Calderón (2006-2012), se implementó la famosa “Guerra contra el narcotráfico”, la cual tuvo un sinfín de logros, pero no precisamente los objetivos para la que estaba planteada.


...desde que en 2007 el presidente Felipe Calderón salió en la televisión vestido de militar y le declaró públicamente la guerra al narcotráfico, ya han pasado dos presidentes, han desaparecido decenas de miles de personas (una cada cinco horas durante el gobierno de Calderón, una cada hora y cincuenta y tres minutos durante el gobierno de Peña Nieto. Es decir, trece mexicanos al día) y han muerto tantas personas que el Gobierno las ha dejado de contar porque dice que pierde dinero y que lo necesita para luchar y hacer efectiva su estrategia contra el narco”. [1]


Por desgracia, aumentaron los secuestros, las guerrillas entre los mismos narcotraficantes, la muerte de civiles y la creación de movimientos impulsados por el mismo pueblo, que ya se estaba hartando de tanta injusticia. Entre estos movimientos se encuentra el llamado “Movimiento por la paz”, dirigido por el poeta Sicilia, al que le mataron a un hijo. Este no sólo consiguió una importante unión del pueblo mexicano, su movimiento provocó manifestaciones en distintos países que expresaban su indignación contra el poder que regía en ese momento.


Si retrocedemos exactamente 49 años, hubo otro gran movimiento que acabo de manera sangrienta, que todos conocemos con el nombre de La matanza de Tlatelolco, ocurrida el 2 de octubre de 1968. Este último movimiento se conformó, en un principio, por estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Politécnico Nacional. Posteriormente, se les sumaron otras universidades conocidas; de igual manera, se notó la presencia de profesores, administrativos, padres de familia, obreros de las empresas, campesinos, ex ferrocarrileros, asalariados, etc. En síntesis, todo el pueblo mexicano se encontraba unido. Exigían que se les hiciera valer sus derechos. Los estudiantes querían ser escuchados, por la mala administración que estaba realizando el gobierno. Los obreros exigían un salario justo. Se exigía ser un país independiente. El gobierno, al ver una gran cantidad de la población en su contra, optó por la vía más fácil: la muerte. Fue un hecho desaprobado completamente tanto por la ciudadanía como por varios países. Pero, ¿hubo alguien que pago por la muerte de tantos civiles? Desgraciadamente, hasta la fecha, no se ha hecho justicia. Todos supieron que fue el mismo presidente Gustavo Díaz Ordaz quien dio la orden, pero henos aquí, solamente escuchando y continuando relatando lo sucedido, como un hecho más.


El 26 de septiembre de 2014, alumnos de la Escuela Normal de Ayotzinapa pusieron a su disposición autobuses de una empresa particular para ir a la Ciudad de México y participar en la marcha que se realiza, año con año, en memoria de los personas asesinadas el 2 de octubre de 1968:


“No tenían intención de llegar a Iguala sino de realizar ese boteo en un crucero y en la caseta de Iguala. Pero uno de los camiones en el que iban fue a la terminal de Iguala porque estaba fallando, y ahí se quedó. Vieron que podían aprovechar otros camiones. Salieron de la terminal sin problemas y a seis cuadras llegaron los policías que disparaban al aire. Se bajaron. Les tiraron piedras, les dispararon a los pies. Cuando iban a salir a periférico una patrulla les cerró el paso, se volvieron a bajar a mover la camioneta para pasar, pero llegaron policías estatales, seguían los municipales y hasta llegó una patrulla de la policía federal y fue cuando los atacaron directamente. Hubo heridos. De un camión bajaron a todos los compañeros que son los ahora desaparecidos” (José de la Cruz, marzo 2015).


Los estudiantes solamente reclamaban que el dinero que destinaba el gobierno llegara a ellos. También, luchaban en contra de la desaparición de la escuela Normal Rural, e iban en apoyo a los estudiantes que, años atrás, murieron peleando por sus derechos.


Debido a lo sucedido, el pueblo se volvió a unir. Se reclamó la aparición de los 43 normalistas. Los padres exigían la vida de sus hijos, aquellos hijos que estuvieron dentro de su vientre, que vieron crecer, que vieron sus primeras palabras y pasos; hijos que querían dar su servicio a la población, estudiando para ser profesores, una carrera que muchos menosprecian, pero que es fundamental para que todas las demás profesiones existan.


La muestra de solidaridad no se hizo esperar. Varios países aportaron para esclarecer los hechos que se suscitaron esa noche, como lo fueron el Equipo Argentino de Antropología Forense y la Comisión Nacional de Derechos Humanos; inclusive la Organización de las Naciones Unidas exigía cuentas claras a México. Con esto último, el gobierno manifestó una inconformidad por lo solicitado. Qué incoherencia, ¡Como si tuviera derecho a ofenderse!


El gobierno mexicano se deslindaba de culpa; el ejército, la policía federal y municipal recibían más apoyo que los mismos padres de familia de los desaparecidos. Si bien, es necesario recalcar que, desde el inicio de la guerra contra el narcotráfico que implementó el gobierno de Calderón, la fuerza militar ha estado más presente dentro de la población, esta, a su vez, ha estado más involucrada con la venta de drogas, secuestros, abusos y asesinatos de mujeres. Es por ello que el pueblo los contempló como los únicos responsables.


Es impresionante todo lo que ocurre en nuestro país. Cada día estamos retrocediendo. El pueblo se da cuenta del autoritarismo que el gobierno ejerce. Muchos dicen que nadie hace algo al respecto, pero no es cierto. Miles de personas, desgraciadamente, han muerto en el intento de hacer valer sus derechos. El gobierno ha tenido, y tiene, miedo de lo que los jóvenes y de todas esas personas que han alzado la voz puedan logra; tanto que su única forma de defenderse es matar a su propio pueblo. “Gilberto lo dijo en el campo: Nosotros siempre estamos armados con nuestros ideales. El 2 de octubre no teníamos otras armas sólo anhelos e ideas que, para el gobierno son más peligrosas que las balas. Una bala mata a un hombre. Una idea revolucionaria despierta a cientos o a miles de personas. Raúl Álvarez Marín, del cnh”[2] .


Basta de tanta matanza, de tanta impunidad. Queremos justicia, un país que se identifique por su progreso y no por tanta inseguridad. Es hora de actuar. Existe mucha corrupción, ya nada se guarda: el gobierno lo hace en nuestra cara. Es de nosotros que esto acabe... ¿con la guerra? Tal vez sería una opción, pero podemos empezar con nosotros mismos, nosotros jóvenes, nosotros futuros formadores, dando ejemplo de humildad, no cayendo en la corrupción y siendo buenos líderes, pero líderes de verdad, no de esos que sólo dan órdenes y buscan su bienestar. ¡NO!, de esos que ayudan a salir adelante, que si su equipo no avanza él retrocede y los impulsa, aquel que les da ánimos, que siempre está con ellos; un líder que sea capaz de pensar en los demás antes que él.


Exijamos nuestros derechos, pero de una manera inteligente. Sin el pueblo el gobierno no es nada.

Referencias

Gibler, J. (2016). Fue el Estado. Los ataques contra los normalistas de Ayotzinapa. Logroño: Pepitas.

Montaña, T. C. (s.f.). Tlachinollan Centro de Derechos Humanos de la Montaña. Recuperado el 12 de octubre de 2017, de http://www.tlachinollan.org/respuestas-a-pgr-organizaciones-internacionales/

Poniatowska, E. (2003). La noche de Tlatelolco. México: Ediciones Era.

Teresita de Jesús Caamal Cauich (1993, Mérida, Yucatán) Estudia la licenciatura en Enseñanza del Idioma Inglés en la Universidad Autónoma de Yucatán, al momento cuenta con veinticuatro años. Le es inaceptable la injusticia y la discriminación, sobre todo la palabra "hipocresía". Uno de sus grandes sueños es ejercer la profesión de docente en las comunidades que más lo necesiten.


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