¿Si no soy yo, quién?
La educación de nuestro país tiene un sinnúmero de problemáticas que, considero, limitan significativamente el progreso y desarrollo de nuestra nación. Bien sabemos que el comienzo de la educación surge en casa, con la familia. Es educación lo que te enseñan tus padres: los valores que se te inculcan, las formas de comportamiento que, te dicen, son correctas para poder convivir e integrarte a la sociedad. En concreto, la desintegración familiar, es uno de los principales problemas que engloban la educación, siendo el primer esquema de representación social al que se enfrenta el niño. Actualmente, existen muchas familias divididas, con padres que no se preocupan por sus hijos e incluso los maltratan. Por lo tanto, resulta preciso enfocar la mirada en lo familiar; asumir un compromiso de corresponsabilidad entre la familia y la escuela, para poder atender, oportunamente, las necesidades afectivas y cognitivas de los niños.
Desde mi punto de vista, considero que las múltiples deficiencias del Sistema Educativo Nacional también han sido una limitante más en la educación de nuestro país. Por un lado, surge la falta de preparación de los docentes y, por otro, la carencia de vocación. Es verdad que los planes y programas de estudio de las Escuelas Normales y de profesionales de la Educación no siempre se encuentran actualizados, lo que genera que la formación de los mismos sea deficiente. En consecuencia, su práctica docente carece de calidad y, en lugar de ayudar, perjudica severamente a los estudiantes. Coincido con quienes dicen que no deberían ejercer la docencia aquellos que no tienen vocación. Creo que el ser docente es una tarea compleja, pues, independientemente de la profesionalización, también debe haber amor y pasión por su trabajo. SER para HACER y generar una mejora en el individuo, en la sociedad y en el país. En contraparte, es complejo demandar la vocación cuando surge una crisis en la identidad de la profesión docente. Actualmente, los diversos cambios emitidos por el Sistema Educativo Nacional han sido trascendentales, además de que la misma profesión ha sido precarizada por la sociedad, pues hoy en día al maestro se le considera como un trabajador más del estado, cuando anteriormente ser docente era sinónimo de prestigio y respeto.
Otra limitante más en la educación y en todos los ámbitos de nuestra vida, es el conformismo. Sin duda, vivimos en un país que generalmente se caracteriza por estar inmerso en la “mediocridad”, es decir, que siempre dejamos las cosas a medias e inconclusas. Mientras que en otros países, los niños y jóvenes fortalecen su formación asistiendo a cursos extracurriculares – un segundo idioma, danza, dibujo, teatro, algún deporte, piano, guitarra, entre otros–, en nuestro país la mayor parte de los niños y jóvenes dedican su tiempo en actividades que resultan superfluas –redes sociales, videojuegos, caricaturas e incluso telenovelas. Si bien es cierto modificar la cultura de todo un país es totalmente complejo, en este sentido, la tarea del docente es colaborar con un granito de arena para concientizar a las familias mexicanas, pues, como se mencionó anteriormente, la familia es el núcleo de la educación.
La educación indudablemente se encuentra enfrascada en infinidad de problemáticas. En este sentido, resulta utópico pensar que estas van a ser resueltas de un día para otro, pero hay algo en lo que debemos confiar: en nosotros mismos como docentes, en hacer lo mejor día a día, en dejar el mundo mejor de lo que lo encontramos, en comprometerme con mis estudiantes para educar y crear sujetos críticos, pensantes y autónomos; reflexionar y día a día cuestionarnos lo siguiente: ¿Qué tipo de educación necesita México?, ¿cómo puedo mejorar la educación del país?, ¿qué tipo de escuela quiero para nuestros niños y jóvenes?
Y sobre todo, si yo no empiezo a cambiar, a crecer y a creer, ¿quién
lo hará?
