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¿Dónde acaba mi hogar? ¿Dónde empieza la escuela?


Quizás este texto pueda tomarse como una duda o hasta tildarlo de ocurrencia, pero, en este espacio que se me ha abierto, quiero exponer ciertas interrogantes, por ejemplo: ¿Por qué a la institución (escuela) se le considera la segunda casa? ¿Este no es un error en su conceptualización?

Desde que somos lo que somos, el hombre crea conceptos para cualquier fin y, a expensas de equivocarme, no es de extrañarse que la escuela tenga su propio paradigma. Nuestros hogares son espacios donde podemos y tenemos libertades, ya que es nuestro hogar donde nos construimos, nos educamos sin ser escolarizados; por lo general, son en los primeros y últimos lugares que nos verán transitar.

Por otro lado, la escuela es un espacio diseñado para la construcción de saberes, donde las prácticas docentes toman forma y evolucionan –si así se le puede decir-, que cuenta con su propio código, sus normas escritas y no escritas, sus convenios, su espacio accional y más.

El problema viene cuando no sabemos diferenciar esa carga de comportamientos y pensamientos propios de cada escenario, ya que, y hablare sólo de mi contexto, muchos de los alumnos confunden sus roles dentro de las instituciones educativas. No se es consciente de los límites y alcances de nuestros roles.

Entiendo que no se puede estar todo el tiempo remarcando el aspecto mencionado al alumnado. Como alumnos, no pensamos en las acciones -nuestras-, ya que lo mediático impera dentro de su realidad. Los procesos sociales construyen el contexto y, por efímero que parezca, tiene repercusiones en la construcción de nuevos.

Sabemos que la transición en los salones es de corta duración. A pesar de estar constitucionalizada, los sujetos dentro de su realidad han conceptualizado a la educación como una optativa. Esta misma realidad es la que reafirma que en mi casa yo hago lo que quiero -dentro lo que ella/él entiende por voluntad.

La ausencia de una autoridad dentro de sus hogares genera en los alumnos no ser capaces de negociar el significado de autoridad, provocando un conflicto, traduciéndose en un rechazo ya no tan sólo por alumnos, también por docentes

Con respecto a la creación de saberes, escuela y hogar tienen formas muy diferentes -aunque en su núcleo lleguen al mismo fin. Por ejemplo: un señor que se dedique al comercio puede pasar su vida sin alfabetizarse ni matricularse en alguna institución, ya que su misma praxis le otorgará, de forma segura, los elementos necesarios para solventar dichas tareas, es decir, su misma actuación le permite, le empuja y evalúa todo el tiempo, dándole un sentido de avance, proyectándose en su autoestima.

Con temor a sonar empirista, estos sujetos encuentran la forma de llenar esas necesidades eficazmente, ya que se centran, realmente, en sus necesidades, volviéndose especialistas al tomar lo necesario para su educación.

La escuela por su parte tiene un concepto diferente de los que es la enseñanza-aprendizaje: tenemos diferentes formas de entregar y aproximar al sujeto al conocimiento a la construcción de saberes, técnicas, enfoques, métodos, filosofías. Los escenarios educativos actuales buscan la competencia mediante la instrumentalización de los educandos. Repito, no estoy demeritando la importancia del sistema escolar mexicano que, para bien o para mal, tiene un lugar preponderante en la sociedad. Lo único que podría opinar de arcaico es el hecho de no llevar a los alumnos a contextos donde realmente interactúen entre la acción-conocimiento-aprendizaje. Vuelvo al punto anterior: tener una educación donde el alumnos mexicanos puedan volver su aprendizaje como un acto consiente; algo que le asegure que tendrá un beneficio real, en lugar de causarle un tedio que lo llevara por obviedad a ignorar su aprendizaje, viéndolo como mera asistencia, llevándola al terreno de la necesidad que, por lo que he visto, el alumno asume que tiene que sufrir esa necesidad. El sufrir una necesidad no debe ser el móvil para aplicar el conocimiento, ya que el sujeto esperará padecer esta necesidad. .

Pensemos en la importancia de diferenciar entre lo que podemos y que no podemos hacer en cada situación. El mexicano necesita aprendizajes vivenciales por su naturaleza, como superviviente de su realidad -qué no es el único-, ya que muchos alumnos se me han acercado pidiendo el saber “¿dónde se ocupa en realidad lo aprendido?”. Es ahí donde me ha nacido etiquetar este fenómeno como aprendizaje vivencial.

Por último, en muchas ocasiones, transportamos esos malestares que pasamos en el hogar a la escuela. Es cierto que somos seres sociales y emocionales, no estamos exentos de tener etapas de duelo, etc. Como está escrito, en el principio, al sentirnos tan cercanos con nuestro entorno, dejamos salir estas vivencias y creemos que es más importante la vivencia de transición escolar que la transición en la madurez en términos académicos.

Debemos aprender a balancear facetas en la casa y el hogar, lograr que los alumnos sientan propio, sin crearles un concepto erróneo de la propiedad. La escuela no es nuestra segunda casa, es donde los saberes se construyen de forma familiar sin llegar a ser familia, que debe ser un ente próximo, confiable y plausible. En otras palabras, la escuela es constructora, que forma en primer lugar a un ciudadano que se integrara a una determinada comunidad.

Autor: Hugo De Jesús Matlalcuatzi Licenciatura: Enseñanza de Lenguas

Universidad Autónoma de Tlaxcala Email: lauren_bsc.-4_11@hotmail.com


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